FENICIA

Fenicia

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Sarcófago de Palermo. Siglo V a. C.
Sarcófago de Palermo. Siglo V a. C.

Fenicia es el nombre de una antigua región de Oriente Próximo, cuna de la civilización fenicia y cananea, que ocupaba la costa oriental del mar Mediterráneo, en los actuales territorios de Siria, Líbano e Israel, y poblada desde principios del III milenio a. C. Se extendía, de sur a norte, unos trescientos kilómetros, desde el Monte Carmelo hasta la desembocadura del río Orontes y Ugarit, y de este a oeste unos cuarenta kilómetros, desde los montes del Antilíbano hasta la costa mediterránea.

La zona posee condiciones topográficas muy abruptas, con numerosos pequeños valles. El suelo montañoso y poco apto para la agricultura, orientó a sus habitantes hacia actividades marítimas, más aún teniendo en cuenta que, al quedar dividido en pequeñas ciudades-estado separadas por espolones rocosos, para comunicarse, era más adecuada la navegación de cabotaje que la terrestre, entre ciudades que se escalonaban desde Acre y Tiro, por Sidón y Biblos, hasta Arados y Ugarit. Existía un estrecho paso terrestre entre el mar y el desierto de Siria, que enlazaba con Egipto al sur, a través de Palestina y del Sinaí, y al norte, a través del Éufrates, con Mesopotamia y Asia Menor; esta zona estaba destinado a ser una rica encrucijada comercial, codiciada por los grandes imperios vecinos.

 

Historia

Mapa del Levante mediterráneo, con las principales ciudades fenicias.
Mapa del Levante mediterráneo, con las principales ciudades fenicias.

Las primeras poblaciones de la región tuvieron carácter agrícola, aunque ya comenzaron a talar los cedros y cipreses de su entorno para construir naves. Estas poblaciones fueron creciendo, contituyendo con el tiempo ciudades como Biblos o Sidón. La región se había convertido, durante el período final de la Edad del Bronce en una zona muy apetecible para los egipcios y los hititas que limitaban al Sur y al Norte de Canaán respectivamente. Además, las naves micénicas y minoicas, imponían su ley sobre unas rutas marítimas vitales para el desarrollo comercial fenicio.

Con las llamadas migraciones de los pueblos del mar se abrió un período de caos e inestabilidad para las ciudades y naciones del Mediterráneo que llevó al retraimiento de Egipto y la desaparición del Imperio Hitita y las ciudades micénicas. Las poblaciones cananeas no se libraron de tal embestida; algunas fueron destruidas y otras consiguieron repoblarse. Al poco tiempo las ciudades supervivientes comenzaron a recuperarse.

El pueblo creador de esta cultura, los fenicios, que se autodenominaba kna'ani o ben kna'an, coincide con el pueblo cananeo de la Biblia, pero el nombre de fenicio se aplica más bien a los descendientes de los cananeos que habitaban en la franja costera desde Dor (actual Israel).[1] hasta Arados, o Arwad (actual Siria), entre 1200 a. C. y la conquista musulmana.

La cultura fenicia dejó un importante legado cultural a las civilizaciones posteriores, entre el que destaca la creación de un vínculo entre las civilizaciones mediterráneas, los principios comerciales y el alfabeto. Los fenicios ejercieron una poderosa influencia sobre toda la cuenca del mar Mediterráneo.

 

Cultura

El pueblo fenicio contribuyó a crear un importante vínculo entre las civilizaciones mediterráneas y más aún entre las formas artísticas del mundo antiguo, por imitación, fusión y difusión de ellas, aunque no se le considere como original creador de una gran cultura propia.

La cultura fenicia fue muy importante en su época pero, desgraciadamente, han quedado pocas huellas de su historia. Conocemos de su existencia, sobre todo, a través de los textos de otros pueblos que entraron en contacto con ellos, en particular los asirios, babilonios y, más tarde, los griegos, pero que con frecuencia han sido voluntariamente manipuladas debido a que estos pueblos habían sido rivales y enemigos de los fenicios. Se estudia principalmente en las ruinas de las ciudades que fueron colonias de Sidón o Tiro, como las de Cerdeña y Andalucía[2] y, sobre todo, en las establecidas en la isla de Chipre.

 

Alfabeto

Los fenicios son los inventores del alfabeto. Comenzaron a utilizar símbolos para identificar animales y objetos para colocar las letras. El alfabeto fenicio está basado inicialmente en ideogramas, a los que se dio un valor fonético. El proceso de creación sucedió en Biblos (Byblos), de donde vienen las palabras libro y biblioteca. El alfabeto fenicio fue adoptado por los griegos para crear su alfabeto, y los hebreos lo copiaron para la elaboración del suyo propio, y éste, a su vez, lo utilizaron los romanos para crear el suyo, escribiendo las letras giradas 90º debido a las divergencias en su modo de escribir; ésta es la base del actual latino.[3] El alfabeto fenicio también fue adaptado por los íberos.

Los fenicios utilizaban un alfabeto fonético, que los griegos adaptaron a su propia lengua y, con el tiempo, sirvió de modelo para los posteriores alfabetos occidentales. Este alfabeto constaba de 22 signos para las consonantes, y no tenía vocales, pero fue muy importante pues era sencillo y práctico, a diferencia de otros alfabetos coetáneos que sólo dominaban los escribas y altos funcionarios, tras un arduo aprendizaje. Apenas quedan restos de escritura fenicia sobre papiro debido al clima presente en la zona y si que se conservan sobre materiales más resistentes como la piedra o la arcilla. Los griegos adoptaron las letras fenicias y agregaron algunos símbolos propios que hacían las veces de vocales.

 

Arte fenicio

Escultura cefaloforme (con forma de cabeza) procedente de Cartago.
Escultura cefaloforme (con forma de cabeza) procedente de Cartago.

Sus producciones son más artesanales que artísticas, y en sus esculturas, cerámicas, joyas y objetos de metal, domina la influencia egipcia desde el siglo X a. C. (que es la fecha más antigua que se suele asignar al arte fenicio), con elementos asirios, hasta llegar al siglo VII a. C. Sin embargo, a partir de entonces prepondera la influencia griega, llegando a veces a confundirse sus producciones con las griegas, como se confunden las anteriores al siglo X a. C. con las asirias y egipcias. Por ello se suele decir que no existe un arte fenicio propio, sino que son imitaciones de las culturas colindantes a fenicia.

Las formas de arquitectura se infieren más por los dibujos de los sellos y otros relieves que por las ruinas de sus edificios aunque no faltan algunos restos de piezas arquitectónicas hallados en Chipre y Fenicia. Entre éstos, figura el capitel con volutas, inspirado en el arte oriental y que bien pudo ser el antecesor del capitel jónico. Los templos fenicios (como el de Biblos) se distinguían por tener el santuario sin cubierta. En él se daba culto a una piedra o betilo que generalmente consistía en un aerolito de forma cónica (como piedra caída del cielo) situado en medio de la estancia a la cual precedía un atrio rodeado interiormente de columnas. Era también característica la forma que a los sarcófagos suntuosos de piedra daban los fenicios sidonitas que se adaptaba más o menos al contorno de la figura humana como los de la madera egipcios (sarcófagos antropoides) y ostentaba la tapa en laque, donde creaba un relieve que enfatiza la cabeza, el sudario que cubre el cuerpo recuerda a la momificación egipcia.

También dejaron impronta de su arte en dos sarcófagos hallados en el sur de España, aunque se desconoce el lugar de su fabricación pudieron ser esculpidas en una de las ciudades fenicias, o bien por los mismos fenicios en una de las colonias fenicias que se encontraban en el sur de la península ibérica. Ambos sarcófagos son antropomorfos. Uno de ellos representa a un hombre y el otro a una mujer.

La mano derecha en el sarcófago masculino la tiene sobre el corazón lo que es elemento iconográfico que nos quiere dar a entender la balanza entre el bien y el mal que se hará para poder seguir en la otra vida. Se realiza un claroscuro a base de cincelar en la cabeza del sarcófago.

En el sarcófago femenino lleva en la mano derecha un pomo que simboliza la ofrenda a los dioses para que sea llevada al más allá. Los ojos tienen forma almendrada y miran al horizonte, al pelo se le da un tratamiento geométrico.

Destaca el capitel fenicio de Galera que es un antecedente del jónico. También hay que destacar a la diosa de la Galera, hecha en alabastro, servía como recipiente para llevar a cabo las libaciones y forma parte del ajuar funerario. Se dan unos vestidos orientalizados. Tiene una íntima relación la ceja, la nariz y los ojos almendrados. Se da la ley de la frontalidad con la mirada distante. La diosa posee una esquematizada túnica y va sin calzado alguno. La mano es excesivamente grande, por lo cual pierde su elemento naturalista. La entronización muestra su clara tendencia oriental con dos impresionantes esfinges a sus lados que son símbolos de protección. Es similar la cara de la esfinge a la de la diosa.

En relación con la muerte se encuentra un tynaterium fenicio perfectamente labrado que es un vaso de perfumes púnico que pertenecía a los ajuares funerarios en el que aparecen cuatro dioses y la representación del árbol de la vida.

 

Comercio e industria

El comercio era la actividad principal de la economía de los fenicios. Esta consistía en el intercambio o trueque de mercancías que ellos mismos producían y el transporte de las elaboradas por otros pueblos. Fueron los grandes mercaderes de la antigüedad. La geografía, que propiciaba la instalación de puertos, y la madera de sus bosques les brindaban los elementos básicos para construir barcos y organizar compañías de navegación. Una de ellas fue contratada por el rey persa Darío en el siglo V a. C. También desarrollaron la talasocracia un arte que les permitía controlar comercialmente el mediterráneo. El comercio de la intermediación resultó ámpliamente beneficioso. Consistía en desembarcar mercancías propias en un puerto determinado, y embarcar allí otros productos, después se transportaban a un tercer lugar en donde se repetía la operación y así sucesivamente hasta volver al puerto de partida. El viaje total podía llegar a durar años.

Los fenicios ante todo fueron unos magníficos navegantes. La determinación del Norte por la Osa Menor y no por la Osa Mayor como los griegos, así como el conocimiento de la posición fija de la Estrella Polar les permitió no tener que recalar al atardecer y poder proseguir su viaje incluso en la noche. Los fenicios realizaron algunos viajes prácticamente legendarios como el enviado por el faraón Necao II para circunnavegar África, o el viaje al mítico país de Ophir, encargado por el rey de Israel, Salomón, a su amigo Hiram I de Tiro. Se cuenta incluso que llegaron a la India o Gran Bretaña, algunas fuentes apuntan que pudieron recalar en América, aunque son fuentes sin apenas rigor histórico, aunque sí se está casi seguros de que fueron los descubridores de las islas Canarias, Madeira y las islas Azores[4] , totalmente alejadas de la costa, en el océano Atlántico. Existen muchos defensores de la teoría del “descubrimiento de América” por parte de los fenicios, incluso el mismísimo Cristóbal Colón estaba plenamente convencido de esta posibilidad. La realidad es que, si bien esto no resulta algo absolutamente improbable, ya que algunas de las naves fenicias estaban tan capacitadas para alcanzar las Antillas o las costas de Sudamérica como lo estaban las naves españolas de los conquistadores del siglo XV, no existe hasta la actualidad prueba documental alguna que lo testimonie irrefutablemente.

Al principio los viajes eran puramente mercantiles, tendentes a ofrecer productos de lujo a las élites locales a cambio de materias primas. Con preferencia , aunque no siempre, metales. Ello requería una serie de tanteos exploratorios previos, tras lo cual se establecía un patrón de contacto. Por lo general el navío se aproximaba a una playa y sus tripulantes dejaban extendidas sobre la arena sus mercancías. Después encendían una fogata a modo de aviso y volvían al barco a la espera de la respuesta de los pobladores del lugar. Éstos solían depositar junto a los productos fenicios lo que ofrecían a cambio y se retiraban, a su vez, lejos del lugar. Los fenicios volvían a la playa para verificar si el trueque les convenía. Si era así, tomaban lo aportado por los nativos y se hacían a la mar. En caso contrario, volvían a su bajel, esperando que los naturales incrementaran su oferta. La operación se repetía tantas veces como hiciera falta, hasta que ambas partes quedaban satisfechas. La puesta en práctica de estos procedimientos a lo largo del tiempo solía dar lugar al establecimiento de colonias y factorías.

Los barcos que utilizaban eran construidos con maestría por ellos mismos en enormes astilleros que evidenciaban su poderoso desarrollo en la actividad marítima. Las naves que construían eran de dos tipos: una ligera, de fácil navegación, que llevaban una vela fija de forma cuadrangular, con una propulsión alternativa proporcionada por una doble fila de remeros; otra más grande y pesada, especial para grandes cargas, que era impulsada por dos velas cuadradas, una grande central, y otra menor a proa, ésta última fija, mientras que la grande era movible y permitía el aprovechamiento de vientos de distinta direcciones. Navegaban mayormente de día, normalmente evitando alejarse de las costas y durmiendo en campamentos que armaban en la playa durante la noche.

Si debían internarse en el mar de noche, procuraban orientarse por las estrellas aprovechando los conocimientos astronómicos obtenidos de los caldeos, tomando como referencia la Estrella Polar, denominada en la antigüedad Estrella Fenicia. Su maestría en el arte de la navegación y el desarrollo de su ingeniería naval, les permitía desconocer límites en sus desplazamientos. Según el historiador griego Herodoto —considerado el padre de la historia—, alrededor del año 600 a. C. los fenicios llegaron a realizar la circunnavegación del continente africano, una verdadera hazaña sin precedentes registrados, y que, mirando hacia el futuro, no volvería a realizarse esto, o algo similar, hasta algunos miles de años después.

Las mercancías que obtenían en un territorio, eran llevadas para su comercialización a su propia tierra, y a ciudades y pueblos lejanos donde las apreciaban enormemente y pagaban por ellas enormes sumas. De esta forma, cargaban en Arabia esencias, mirra, oro y exóticas piedras preciosas; en Asiria obtenían porcelanas y delicadas piezas labradas en fino marfil, procedentes de la China, telas de hilo, sedas y algodón; de la India provenían las codiciadas especias, finas maderas y perlas. De la zona del mar Negro y de la actual España, traían caballos, y además de, ésta última y de algunas zonas del mar Egeo, obtenían mármoles con los que saciaban los caprichos de reyes y potentados de todo el mundo conocido, que construían sus viviendas y palacios con el fino material. De Egipto llevaban finas telas de lino y grandes cantidades de cereales, al igual que varios siglos más tarde lo haría el imperio romano al convertir el Egipto prácticamente en el granero imperial. Normalmente, muchas de estas materias primas eran previamente convertidas en productos manufacturados que inundaban todos los mercados y eran enormemente requeridos.

De esta forma, llegaron a alcanzar tal dominio sobre los mares, que ejercían un virtual monopolio sobre las rutas marítimas a lo largo de todos lo mares conocidos, cosa que, obviamente comenzó a despertar la codicia de quienes observaban cómo los fenicios se enriquecían sin pausa. Esta situación los llevó a cuidar con tal celo sus conocimientos sobre rutas e industria marítima y comercial, que ante la mínima posibilidad de ver descubiertos sus secretos, no dudaban en hundir sus propios barcos, o abandonar sus factorías, además de difundir aterradores rumores de monstruos marinos, terribles catástrofes naturales y naufragios, que llegaron incluso a seguir asustando a los marinos de más allá de la Edad Media.[5]

Mediante constantes expediciones en ambas direcciones, se comercializaban los productos, que consistían en materias primas, productos manufacturados en fenicia, y productos de diferentes culturas de lejanas tierras. La manufactura de productos fue adquiriendo una importancia enorme en la economía, creando las clases de la aristocracia industrial y la clase obrera.

La industria, de esta manera fue adquiriendo una importante relación con el arte, el comercio y la actividad marítima. Las factorías y talleres casi no daban abasto para satisfacer la demanda de productos manufacturados que se incrementaba día a día desde todos los confines, y por esto llegaron a alcanzar una producción en alta escala que abarató los costos, aumentando más y más las ingentes ganancias. Todo tipo de productos salían de las fábricas fenicias, especialmente productos de un fino vidrio sumamente transparente que se fabricaba en Sidón, y que superaba en calidad al producido tradicionalmente por Egipto. También se destacaron en la producción de armas, adornos y obras de arte en hierro y bronce, incluso de estatuas y bustos de ídolos de las diferentes religiones que profesaban los diferentes pueblos con los cuales comerciaban; productos suntuosos de joyería, utensilios, vasos y vajilla confeccionados en vidrio, oro, plata y bronce.

 

Colonias y factorías

Los fenicios navegaron más allá del otro extremo del mar Mediterráneo: el estrecho de Gibraltar.
Los fenicios navegaron más allá del otro extremo del mar Mediterráneo: el estrecho de Gibraltar.

Durante sus largos viajes debían abastecerse en distintos puntos de su recorrido. Con el tiempo, esos sitios fueron transformándose en establecimientos permanentes, llamados colonias. Los fenicios no conquistaron territorios, como otros pueblos invasores de la antigüedad, sino que fundaban establecimientos en sitios propicios de las costas para abastecerse y como almacenaje. Los marinos comerciantes de la ciudad de Sidón crearon asentamientos-almacenes amurallados, llamados factorías. Existieron numerosos establecimientos de este tipo en las costas del mar Mediterráneo, la costa atlántica y la costa occidental del África. 1) Las concesiones. Éstas se establecían en sectores que les eran asignados dentro de las ciudades, luego de llegar a importantes acuerdos con los monarcas de cada una de ellas. En algunas ciudades llegaron a poseer barrios enteros que se constituían en enormes mercados que aparecían a la vista como barrios de Tiro, Biblos o Sidón. 2) Las colonias eran siempre localizadas en lugares estratégicos de grandes posibilidades comerciales. Una de las primeras construcciones que realizaban era la de los templos.

También se establecieron en las proximidades de algunas ciudades, donde obtenían concesiones, como en la ciudad egipcia de Menfis. Los fenicios preferían establecer sus colonias y factorías en lugares donde el poder socio-político local fuera débil, para que a la hora de capturar esclavos, no hubiera una contestación muy contundente por parte de los nativos. Algunas de estas colonias fueron el origen de importantes ciudades en lugares como Rodas, Creta, Cádiz (en la actual España), Malta y Cartago (en la costa de Túnez, al norte de África), esta última se convirtió posteriormente en un importante enclave que llegó a mantener durante mucho tiempo la hegemonía del mar Mediterráneo.

Anillo fenicio de Casa del Obispo, hallado en Cádiz.
Anillo fenicio de Casa del Obispo, hallado en Cádiz.

Las factorías fenicias, que consistían en algunos almacenes y casas cerca de algún fondeadero fácil, se esparcían prácticamente por toda la costa mediterránea y sus islas, desde ellos establecían contactos periódicos con las naves de Fenicia y permanentes lazos comerciales con los nativos: desde Gádir, más allá del estrecho de Gibraltar que era la puerta del océano Atlántico, hasta las costas de Asia, y el mar Negro. Los viajes fenicios establecieron nexos perdurables entre el Mediterráneo oriental y el occidental, no solo comerciales, también culturales.

Si bien la geografía de la región era accidentada, los fenicios aprovecharon al máximo las posibilidades del suelo para la explotación agrícola y cultivaron hasta en las laderas de las montañas. Sus bosques del Líbano les permitían la explotación maderera. También elaboraron artesanía, como sus cerámicas —muy difundidas y utilizadas—, objetos de vidrio coloreado, y tejidos de lana teñidos con púrpura de Tiro, o murex[6] , un colorante indeleble que sólo ellos sabían producir y que extraían de un molusco y que terminó dando nombre a como los mismos fenicios se llamaban entre ellos: "kinanu". La forma de elaborar este tinte era extrayendo la glándula hipobranquial del molusco y dejándola secar al Sol en una cacerola con algo de agua de mar, dependiendo de su concentración y descomposición se podían obtener distintos colores. Este proceso generaba olores nauseabundos y los griegos decían que podían distinguir una ciudad fenicia a kilómetros de distancia.[7] Desarrollaron una industria de artículos de lujo muy solicitados en la época y de gran valor comercial, como joyas, perfumes y cosméticos. Una de estas joyas eran los carabos o escarabajos mágicos egipcios, que los fenicios decoraban a su gusto, introduciendo jeroglíficos sin sentido alguno, sólo decorativos.

A pesar de que la fama de los Fenicios proviene fundamentalmente de sus actividades comerciales y colonizadoras a través de sus viajes marítimos, también se destacaron en estas actividades por tierra, mediante el tráfico de caravanas de camellos. Estas extensas filas de animales cargados de preciosas mercancías se dirigían desde las ciudades fenicias hacia oriente, por las rutas de Armenia y hacia el África atravesando el desierto del Sáhara desde la colonia de Cartago.

Con el paso del tiempo comenzaron a colonizar diversos territorios mediante la fundación de colonias permanentes y factorías estratégicamente localizadas. A partir del emplazamiento de estos establecimientos, se intensificó y se organizó la práctica del tráfico de esclavos, lo que les proporcionaba enormes beneficios.

 

Sociedad

Cedro del Líbano. Símbolo de esta zona del mundo.
Cedro del Líbano. Símbolo de esta zona del mundo.

Constituyeron monarquías hereditarias en las que el rey solía desempeñar también funciones sacerdotales. Si bien se trataba un soberano absoluto con base teocrática, se apoyaba en un consejo de ancianos y contaba con un cuerpo de funcionarios. Entre ellos destacaba el sufete, un magistrado temporal cuyas funciones exactas resulta difícil precisar, pero que tendría una gran importancia en las futuras colonias occidentales. Unos de los cometidos principales de estos reyes, además del sacerdotal, era mantener el equilibrio entre dos sectores sociales cuyos intereses podían llegar a oponerse: el representado por la oligarquía comercial, que cada vez adquirió un mayor poder, y el de la nobleza tradicional de base agrícola. Y es que la gran expansión y la riqueza de la sociedad fenicia se debieron en gran medida a su activo comercio, pero no hay que olvidar que sentaba sus bases en la tierra. En la agricultura intensiva y en el cuidado de sus rebaños, así como en la tala de árboles.

Era una dinámica sociedad de hombres libres que constituían familias patriarcales y monógamas en las que las mujeres desempeñaban un destacado papel. Era una sociedad que en lugar de equipar grandes ejércitos, confiaba más en la estratégica ubicación de sus ciudades, de difícil acceso y protegidas por sólidas murallas, suministradas por el creciente poderío naval que poseían en caso de asedio. Estas gentes solían organizarse en grupos profesionales que habitaban en un mismo barrio. Por él discurrían estrechas callejuelas que conducían a bulliciosas plazas, delimitadas por casas de varios pisos con un patio central.

Los fenicios solían llevar barba y largos y ensortijados cabellos. Iban tocados con un bonete y ataviados con multicolores vestidos. Sus mujeres gustaban adornarse con joyas y abalorios. Pero junto a ellos las ciudades contaban con un importante número de esclavos. Su condición parece haber sido algo mejor que en otros lugares. Tenían la capacidad legal de contraer matrimonio y de poseer bienes muebles que podrían otorgarles la libertad, pero debían adorar a las mismas divinidades que sus dueños.

 

Política

La historia política de los fenicios se comprende en la supremacía que sucesivamente ejercieron sus ciudades más importantes Biblos, Sidón y Tiro. Cada una de estas ciudades constituía un minúsculo estado independiente, con sus leyes, su constitución, su gobierno propio. Las ciudades fenicias eran independientes y muy poco dadas a colaborar entre sí.

  • Primer período histórico o de Biblos. (2600 a 1600 a. C.): En este período, que se inicia con el nacimiento de esta civilización, se destaca Biblos como la más importante de las ciudades de Fenicia. Según la tradición, esta ciudad había sido fundada por el dios El, que rodeó la ciudad e una gran muralla. Baalat Gebal (la Dama de Biblos) era la diosa patrona de la ciudad. Estaba localizada sobre la costa, y fue un importante puerto cuya principal actividad consistía en las relaciones comerciales y religiosas con el vecino Egipto. El fortalecimiento de esta relación derivó en un sometimiento de la ciudad a los faraones del Egipto que motivó su decadencia, marcando el final de este período y posibilitando el advenimiento de otra ciudad portuaria vecina, a la cúspide del poder.
  • Segundo período histórico o de Sidón (1600 a 1200 a. C.): La ciudad de Sidón estaba localizada sobre un promontorio rocoso que daba directamente al mar, y poseía un importante puerto, que además de concentrar su actividad en el comercio marítimo, también era el más importante centro pesquero de Fenicia. Luego de la decadencia de Biblos, el surgimiento de esta ciudad no se vio afectado por el creciente poder de los faraones de Egipto, incluso el monarca y la administración de esta ciudad lograron crear las condiciones para beneficiarse de esto. Este predominio de los sidonios sobre los mares, se extendió por todo el mar Negro y el mar Egeo, y se prolongó durante unos cuatrocientos años, comenzando su declinación cuando los griegos decidieron cerrarles el paso al mar Egeo, y concluyendo definitivamente cuando los filisteos, pueblo procedente de el mar Egeo[8] , sitiaron la ciudad y la destruyeron.
  • Tercer período histórico o de Tiro (1200 a 700 a. C.): La ciudad de Tiro no se encontraba localizada en tierra firme, sino que su emplazamiento estaba centrado en dos islotes rocosos a un kilómetro de la costa. Las numerosas experiencias sufridas por otras ciudades fenicias en diversas épocas, llevaron a los constructores de esta ciudad a establecerse más allá de la costa para evitar, de esta forma, los ataques terrestres. Los habitantes de esta ciudad, se especializaron no sólo en el comercio, sino en la exploración y colonización, más allá de que también esto, en definitiva también tenía fines comerciales. Fundaron numerosas colonias en la costas del mar Mediterráneo donde establecían factorías, de las cuales la más importante fue Cartago (luego adquiriría una importancia tan enorme, que siglos después, se enfrentó al mismísimo imperio romano por la supremacía de las aguas del Mediterráneo). Además, llegaron a atravesar las columnas de Melkart, más tarde denominada por los griegos Columnas de Hércules (actual estrecho de Gibraltar) llegando hasta las costas occidentales de África y las islas británicas.

Tan intensa actividad convirtió a la ciudad de Tiro en un centro comercial de extraordinaria importancia, constituyéndose durante siglos en el centro de intercambio comercial entre Oriente y Occidente. Su período de mayor esplendor coincidió con el gobierno del rey Hiram I (970 a 936 a. C.) que mantuvo estrechos lazos con su aliado el rey Salomón. En esta época se construyó el templo de Jerusalén, obra en la cual participaron numerosos obreros provenientes de Tiro.[9]

El desarrollo de otras civilizaciones en las tierras vecinas, que ambicionaban las fabulosas riquezas de Tiro, sumado a las constantes disputas políticas internas surgidas en la época, ocasionaron la decadencia de la ciudad, hasta que el Rey asirio Senaquerib la ocupó luego de sitiarla en el año 700 a. C., marcando el fin de este período histórico. Algunas ciudades de Fenicia lograron sobrevivir durante algunos siglos más, pero sin volver a recuperar jamás los esplendores de antaño. Finalmente, en el año 332 a. C. Fenicia fue sometida por Alejandro Magno, lo que provocó su definitiva desaparición.

Durante estos periodos que dominaron estas ciudades, los fenicios ubicaron por todo el mediterráneo occidental, establecimientos de varias clases, tales como colonias o factorías, después de estos periodos hubo muchas luchas entre la aristocracia y el pueblo, así como los ataques de los soberanos asirios y babilonios.

 

Religión

Representación de Moloch.
Representación de Moloch.

Los dioses adorados por los fenicios varían de una ciudad a otra. Así el panteón de Sidón difiere del de Tiro o el de Chipre. Aún así, algunas divinidades están presentes de una forma u otra en la mayoría de las ciudades significativas. Estos panteones no eran estables y estaban formados por una triada de dioses: una divinidad masculina protectora de la ciudad; su esposa, garante de la fertilidad en un sentido amplio, tanto familiar como económico; y el hijo de ambos, símbolo de la naturaleza que moría y resucitaba cada año.

Se les adoraba en templos no monumentales que se dividían en tres partes: un pórtico, un vestíbulo que solía contener alguna fuente, y un santuario de limitado acceso en el que se hallaba ubicada la imagen de la divinidad. Solía ofrecerse a ésta diversas estatuillas votivas elaboradas con distintos materiales. También se les rendía culto al aire libre, en lugares altos, cerca de ríos o en bosques, presididos por altares simbólicos y betilos. En ellos podían realizarse toda clase de ofrendas, desde frutos hasta animales, siempre en relación directa con la pena a expiar o el bien a conseguir. Y en ocasiones se llevaban a cabo sacrificios humanos aunque esta práctica no se ha demostrado en Fenicia es algo común en los pueblos cananeos, tenían lugar en recintos al aire libre, conocidos como tofet, a extramuros de sus ciudades, mayoritariamente se realizaban al dios Moloch. El mayor y más conocido el de Salambó,[10] en Cartago, y que con cinco siglos de existencia habría proporcionado unas veinte mil urnas con restos humanos y animales. En los primeros se tenía preferencia por los niños a los que se les estrangulaba o se les degollaba para posteriormente quemarlos cuyos restos se depositarían en una urna. Se han buscado distintos argumentos para explicar este ritual: unos lo atribuyen a un sacrificio de sustitución en lugar del rey, o para asegurar las cosechas; otros lo creen como oferta de los frutos primeros o un método de control demográfico. Lo que si parece probado es que aumentaban en caso de peligro para la ciudad.

Sus necrópolis se hallaban también en las afueras. Consistían en tumbas rupestres o en pozos verticales, en donde enterraban a sus parientes en sarcófagos con formas humanas, a imitación de los egipcios. Los más ricos eran de mármol o piedra; otros se facturaban en madera y terracota. No obstante, algunas veces, sin que se haya podido establecer la razón , practicaban también la incineración. En uno y otro caso se acompañaba al difunto con vistosos ajuares, consistentes en objetos de cerámica y joyas, pero nunca armas.

Antes de acordar algún negocio o emprender cualquier singladura, los fenicios en ocasiones practicaban la hierogamia, la unión con el dios, que consistía en prostituirse en un templo con fines religiosos destinados a la fertilidad. También dedicaban diversas ofrendas a sus dioses, implorando su ayuda y escrutando en las estrellas o en las vísceras de los animales sacrificados el destino de su empresa. No es pues, de extrañar que , además de instalar formas de caballos como amuleto protector en sus proas, las naves fenicias portaran una enseña consistente en una media luna, símbolo de Astarté. La razón residía en procurarse la protección divina antes de enfrentarse a los peligrosos mares.

Estas divinidades son principalmente Astarté, Baal, Dagón, Resef y Melqart.

 

Astarté

Principal diosa de Sidón y con presencia en las otras ciudades fenicias. Astarté es la diosa de la fecundidad, aunque sus características y dependiendo de las ciudades son diferentes. También es adorada como diosa guerrera, de la caza o incluso como patrona de los navegantes.

Suele representarse posada sobre un león y sosteniendo una flor de loto y una serpiente. En otras representaciones se acentúa su carácter como diosa de la fecundidad y aparece tocándose los senos o dando de mamar a dos niños. Se asimiló en otras culturas con nombres diferentes como por ejemplo la Afrodita de los griegos, la Venus romana o la Isis egipcia.

Contaba con abundantes santuarios en Sidón y Tiro. Está documentado un santuarios dedicado a Astarté en El Carambolo, (Sevilla), fechado en el siglo VIII a. C.

Astarté es la reina del cielo a quien los cananeos quemaban incienso en la Biblia.[11]

 

Eshmún

Adorado en Sidón y en Chipre. Se le asimila a Apolo y a Esculapio como dios sanador. Contaba con un gran santuario a las afueras de Sidón en un lugar donde brotaba una fuente. En los rituales de adoración a Eshmún se realizaban abluciones y danzas. También se conoce que existieron unos juegos en su honor y que el vencedor ganaba una tela púrpura.

 

Baal

Baal de Ugarit, Louvre.
Baal de Ugarit, Louvre.

Principal dios del panteón fenicio, cuyo nombre significa amo o señor. Solía manifestarse en tres formas: Baal Shamin (Señor de los cielos), Baal Sapon (Señor de las tormentas) y Baal Malage (Señor de la pesca). Su animal de culto era el toro. En la Biblia, su nombre se utiliza para hacer referencia a "falsas" divinidades.

 

Melqart

Dios solar y protector del comercio era la principal divinidad de Tiro. Los griegos lo identificaban con Hércules. Su culto, asociado a actividades marineras, se extendió por las colonias fenicias de Occidente, y se arraigó sobre todo en Gadir y Cartago.

 

Adonis

Dios de la vegetación. Símbolo del ciclo natural de la vida: muerte en otoño y resurrección en primavera. Su nombre deriva del término fenicio adôn (señor). Se le rendía culto en toda fenicia y especialmente en el río Adonis (Actual Nahr Ibrahim), cerca de Beirut. Algunos autores lo relacionan con una manifestación de Baal. Los griegos lo introdujeron en su mitología.

 

Asherah

Diosa madre cuyo culto se hallaba extendido en Oriente Próximo. Esposa del dios supremo de muchas ciudades y madre de los demás dioses. Curiosamente, su estatua llegó a colocarse en el templo de Jerusalén durante un tiempo, probablemente en lugar del arca de la alianza.

 

Tanit

Versión de las colonias occidentales de Astarté, cuyo culto se originó en Sarepta. Adquirió una gran importancia en Cartago, donde era representada por un triángulo con una línea horizontal en su vértice superior, sobre el que descansaba un círculo. Diosa madre y hetaira a la vez, los romanos no podían entender su contradictoria naturaleza.

POR EDUARDO JAVIER CASTRO
 
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